Los 100 del castillo – La crónica

por «Uno de los Samuráis»

Rasgó la noche, interrumpiendo su quietud, el tintineo producido por el haidate, que nos cubría los muslos de los enemigos. La orden era, no retroceder y seguir vigilando que la línea enemiga estuviera lo suficientemente lejana del tiro del adversario. Pronto nos pusimos en marcha, el rocío cubría la espesura del bosque y la luz lunar rielaba entre las copas de los árboles. Por delante teníamos que cubrir el perímetro del Castillo de Bellver que el shogunato  consideraba de vital importancia para la región.

Comenzamos agrupados, con la idea de pasar maitines sin sobresaltos, sin perder unidades por el recinto en estas primeras horas de negrura total. Tras una primera vuelta donde el comandante Guirao-San comprobó que su brújula fallaba más que el estómago de Yuanka-San, ambos comandantes tuvieron que dar un toque de atención al resto y explicar el procedimiento de vigilancia. Los cálculos realizados por los comandantes al cargo eran sencillas. Dieciséis vueltas y media al castillo. Cada vuelta de  6km, en torno a los 50 minutos. Cada dos vueltas un receso (que sumado a la vuelta debería llevarnos hasta un máximo de 60 minutos aproximados), para recuperar el resuello e ingerir las bolas de arroz; cada cuatro vueltas, cambio de sentido para vigilar el flanco desde otra perspectiva. Todo esto equivalía a recorrer 100 km de terreno accidentado en unas 15 horas.   

En estas primeras vueltas, los vasallos mostraban un carácter jovial. Mantenían conversaciones con fluidez y los distintos clanes agrupados en el frente, se mantenían unidos y obedientes a los comandantes.

Ya flotaban los primeros haces de luces sobre la alfombra celeste cuando Biel_Bok-San y Manu-San, una vez conocido el recorrido, quedaron en retaguardia para cubrir la posible retirada del enemigo. El resto de clanes se mantenían operativos junto a los comandantes y recibíamos en nuestras filas, a Robles-San tras realizar un pequeño reconocimiento de los aledaños.

Yuanka-San, tras tres perímetros en horas tercias, sufrió un percance de profunda gravedad al abrirse la cabeza con una honda enemiga, y causó la primera baja cuando aún siquiera nos habíamos calentado lo suficiente para comenzar con nuestras mierdas, y Kabot-San aún portaba los guantes de muselina, el do del yoroi, y el pelo lleno de gomina. 

Sería absurdo negar que el resto de clanes presentes manifestaron con jolgorio cien o trescientas rajadas referentes a esta baja, y que aún perduraban en el ambiente cuando aparecieron refuerzos en lontananza bien entrabamos en el primer cuarto consumido y tres horas de aventura. Soler-San el lacayo de confianza de los Konstantini-Briguglio, fue el encargado de sacar a ambos del futón, no sin recibir por parte de su amo, diversos vituperios por esas “tempranas” horas cercanas al Ángelus. Encargados de cerrar filas, también llegaron los dos miembros del Clan Gorreto (Lucía y Mark) con un can de poderosa mandíbula que atemorizó a nuestros enemigos, y la siempre combativa samurái Rakel-San del clan Martínez.

Soler-San recogía con procesado cuidado, toda la información de la actividad, para guardarlos en los archivos de la historia. Las vueltas iban saliendo según lo previsto, manteniendo un ritmo de paso cómodo y sostenido. Konstantini-San empezó a participar de nuestras mierdas mientras Robles-San se asustaba de que tantas rajadas no rompieran la armonía grupal; cuando no sabe que es la argamasa que nos une. Por supuesto, el mayor rajador, como siempre, era el excomedor de dulce de leche, nuestro extranjero albanokosovar Briguglio-San, que con solo 16 horas de futón estaba profundamente alterado.   

Montes-San, famoso samurái especialista en el arte de cabalgar sin moverse del sitio cual ratón en su rueda infinita, permanecía paso a paso desde maitines con la grupa, sorprendiendo su capacidad de adaptación al medio hostil.

Parte de las nuevas incorporaciones tomaron posiciones traseras y fueron descolgándose para cubrir más el campo de vigilancia. Entre rajada y rajada, los comandantes tuvieron que llamar al orden en un par de ocasiones a SantxezGarrido-San y a Kabot-San por adelantar las posiciones más de lo acordado. Kabot-San, siempre en primera línea marcando el ritmo, mostraba a continuación el descaro de reprochar la velocidad de la contienda al terminar cada perímetro por debajo de 45’.

A estas alturas de misión, tras más de cuatro horas y media y casi 37km, algunos miembros ya no se mostraban tan eufóricos. Montes-San ya tenía cara de gintonic y SantxezGarrido-San, después de inflar el pecho (cual si estuviera por sus dominios de Génova) tras la visita de unos clanes amigos con los que cordializó durante unos kilómetros, empezó a desinflar el pecho, y por mucho que rechinara y quisiera galopar al escuchar los murmullos en su contra, el comandante Ubeda-San sacó su libreta y apuntó una tostada más. Konstantini-San, que veía las barbas del vecino mojadas, tomó entonces la determinación de ocupar filas delanteras preocupada por que los comandantes no anotaran algo en su contra con un kanji demoledor.

Huelga decir que bastó hablar de las medallas que el Shogunato de Garmin repartiría tras finalizar la campaña cuando tanto Montes-San, como SantxezGarrido-San revivieron lo suficiente para conseguir dichos méritos. Tras 5h 13min llevábamos en las piernas una maratón, más que suficiente para que Montes-San nos dejara a nuestra suerte y se fuera a por su té con tónica, más que merecido.

No tardaron en aparecer por la zona las concubinas de los comandantes, cuya prole, campeaba por los terrenos ajemos al peligro del enemigo. Por nuestra parte, seguíamos manteniendo una vigilancia estrecha al castillo, con un ritmo constante, aunque Briguglio-San mostraba su disconformidad con el decaimiento del nivel de rajadas. Tras la marcha de Montes-San, la grupa dio una vuelta donde los peligros hallados, propiciaron las bajas de Soler-San y Konstantini-San tras tres perímetros a nuestro lado. SatxezGarrido-San, también malherido, se arrastró durante un kilómetro más en solitario para alcanzar la cifra de 50km y que el Shogunato de Garmin le premiara con su primera insignia de este tipo. Mientras, el resto, descansaba un par de minutos recuperando energía y Briguglio-San volvía al futón para dormir unas horas más.  

Ya en horas sextas, con una merma importante de clanes a nuestro lado pero con las ilusión intacta, volvimos a ponernos en marcha con la intención de realizar dos vueltas más antes de hacer un reposo más largo donde comer con tranquilidad. Llevábamos 61km y 7h 30min de aventura cuando paramos a tomar con calma arroz, sopa de miso y fruta. Robles-San decidió poner punto y final a la vigilancia del castillo, y siguiendo la estela de SantxezGarrido-San, continuó en solitario un poco más en busca de su insignia de 50k (aunque matizaremos que el Shogunato de Strava no lo vio con buenos ojos).

Por otra parte, Kabot-San, aún con gomina en el cabello y las botas más limpias que la escudilla donde comió, a la deriva, sacaba una silla de playa, y ni corto ni perezoso, se quitó el yoroi de guerra para vestirse de fiesta mientras manifestaba que hastaloscojonesestabadetodo. Como buen lugarteniente permaneció en la carpa por si los comandantes necesitábamos de sus servicios. Pero la silla… nunca nos la ofreció.

Manu-San, fiel escudero de Biel_Bok-San, también dejaba la vigilancia tras un gran servicio de 56km. A partir de entonces, Biel_Bok-San, defendería solo la retaguardia. Demostrando a cada vuelta una capacidad de sufrimiento de admirar.

Tras 36 minutos de sustento y descanso, con kimonos limpios y untados de nuevo con grasa de ballena, los dos comandantes, en un mano a mano,  continuaron la misión encomendada, y las rajadas siguieron silbando cual flechas enemigas. Aún nos dieron para tres vueltas completas (80km) antes de encender los faroles. Ya nos quedaba menos de un “Sábado Loco” y el ritmo seguía sorprendentemente constante desde las primeras vueltas. Y las micciones también, signo de que estábamos llevando una buena hidratación. Ya dolían un poco las piernas, pero seguíamos trotando por inercia viendo cercano el final del camino. Biel_Bok-San, continuaba con su aventura ya también con el final en la mente y con un semblante más entero.

Hasta allí se acercó el patriarca del clan Guirao para darnos los ánimos con los últimos rayos de sol y aunque Kabot-San manifestara que había recorrido 4 km para que el patriarca nos encontrara, debemos constatar, y el secretario certificar, que no era más que un mísero kilómetro. Que si algo sirve dar tropecientas vueltas a un reciento, es al menos, para saber de memoria la distancia que hay en cada tramo del recorrido.

Menos de 11h 30min, 86km, y comenzábamos lo que sería nuestro último giro completo de 4 vueltas. La concubina del comandante Ubeda-San se acercó de nuevo, con la intención de obtener un poco más atención del samurái del que por la mañana mostró. Cuando nos quedaban poco más de 10km, un deteriorado farol en la lejanía, rompió la quietud del lugar. Briguglio-San regresaba después de otra siesta para pasar las horas de vísperas con nosotros y animar a los desvencijados samuráis. Pero se encontró a dos samuráis fuertes como una roca, con sus rajadas habituales pegadas en los labios y con faroles que funcionaban de maravilla.  

Cuando llegábamos a la zona de carpa, allí estaban Soler-San y kijano-San para darnos aliento en la última parte. Una vuelta más, solo nos quedaba un giro y medio más. Kabot-San decidió salir de la deriva y unirse en estos últimos kilómetros que pasaron en un suspiro. Para vernos llegar, también se unieron el Clan SantxezGarrido.

Tras 13 horas de experiencia llegamos a los 100km, +2000m. Con la misión completada, nos fundimos en abrazos. El castillo estaba a salvo del enemigo, pero aún así, Biel_Bok-San permaneció un tiempo más por si una parte del enemigo volvía sobre sus pasos. Cuando Biel_bok-San completó los 100km, la vigilancia se dio por terminada.

Era imposible. Pero la unión de todos los clanes fue determinante en la lucha. Y gracias a todos ellos el Shogunato de Bellver podrá dormir tranquilo.


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