Por Pedro Cabot

Soy consciente que para muchos de los aficionados populares a esto de dar zancadas, bajar de las 3h en un Maratón tan solo se trata de una marca, de una barrera mental, de un puñado de números, de datos acumulados en la muñeca o en una aplicación. Pero detrás de todo eso, existen horas de sueño robado por madrugones, tiempo con la familia y los amigos, días de frío, de viento, de lluvia…a veces en solitario, o acompañado de fieles y sufridores hermanos de zancadas…compartiendo sueños, fatigas, miedos, dolores.
Por todo ello me hace aún más valorar esta aventura que me ha llevado años, porque no tan solo son las semanas de preparación específica, hay mucho más detrás. Desde mi primer maratón en el 2017 he acumulado muchísimos kilómetros, buenos y malos, con el ojito siempre puesto en ese número, esa marca, esa barrera.
Y así me puse en manos de mi querido Santi Úbeda para que me pusiera en la senda, en el camino hacia ese sub 3h. Y así, hombro con hombro, y de la mano nos sumergimos en un especifico lleno de dificultades, lesiones, días sin motivación, cansancio acumulado, lluvia, lluvia y más lluvia, mi cabeza traicionera y mis dudas la última semana, pero hay uno que siempre creyó en mí…

Y así nos plantamos en la majestuosa Ciudad de las Artes y las Ciencias con dos mochilas llenas de sueños e ilusiones. La misma tarde de nuestra llegada a Valencia tardamos bien poco en pisar esa pasarela azul que nos llevaría a la gloria. Compartir fotos y conversaciones con Santi y Consuelo, que también venía con todas las ilusiones, y nos ayudó a todos a calmar nervios.
Lo mejor de estas pruebas sin duda es…la carga de hidratos, y de eso dimos buena cuenta desvalijando sin piedad un japonés a pie de hotel…no, no era un oriundo de Japón si no un restaurante cercano al que no le faltaron clientes VIP made in Instagram. Al salir del distinguido local, nos percatamos que el viento iba a ser un indeseado compañero de aventura.
Tras una noche de sueño reparador nos plantamos en la salida…orgullosos de lucir nuestros colores y coronados con dos ponchos de plástico que nos resguardaron de nuestro compañero indeseado, el viento.
Buenas sensaciones en el calentamiento que borraron de un plumazo las dudas de la semana previa…¡Cuánto tiempo perdido en pensar demasiado! Y allí estábamos Santi y yo, rodeados de una marea de corredores, todos impacientes por ese disparo; ese que nos llevaría a la pasarela azul tras seguir a una línea de cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros. Y se escuchó el disparo.
La estrategia era tan sencilla como difícil de ejecutar…4’14” por kilómetro, del primero al último y sobre todo, no salirse del guion, no caer en las tentaciones, no seguir los espejismos y para ello, lo mejor y más conveniente era ejecutarlo solo…por mí y por Santi, que también merece y mucho una MMP. La ha peleado.

Los primeros kilómetros pasan rápido y con las piernas frescas es fácil ir al ritmo objetivo e incluso me tengo que frenar en algunos tramos donde eolo me empujaba. En el km5 según lo previsto 21’15”…en el siguiente tramo aparece el invitado especial…Eolo de frente, me coloco tras otros corredores que me van resguardando del viento, sopla pero en grupo se pasa mejor. En el km 10 el reloj marca 42’25”. Seguimos en el camino, viendo como la silueta de Santi se va alejando entre la multitud. Así en largas y anchas avenidas de ida y vuelta llegamos a la media Maratón en 1h29’26” , como un reloj. Clavando los parciales entre 4’10”/4’15” y en el km23 viene la primera dificultad…molestias estomacales. No pierdo la calma y la supero a los dos kilómetros, recupero buenas sensaciones y voy avituallándome en los puntos previstos. En la barrera del km 30 ya se empiezan a ver las cartas de cada uno, las caras no engañan y los cadáveres empiezan a caer, corredores que salieron demasiado alegres, confiados…el maratón es el maratón y te pone en tu sitio.
En la zona del centro de Valencia el ambiente es increíble, toda la ciudad en la calle se vuelca con los 16000 héroes que han secuestrado su ciudad…¡qué envidia! Padres, madres, abuelos, niños, collas, batucadas…todos empujan y dejan a Eolo empequeñecido. Primero las Fallas y luego «su Maratón», posiblemente el mejor del Mundo. Y llegamos al km32, como un martillo pilón parcial tras parcial a pico y pala. No todo iba a ser coser y cantar: segunda crisis, de nuevo en forma de molestias estomacales en el kilómetro 34. Ya muchos geles: 3; y el cuarto esperando. Esta crisis es más seria y llegan las tentaciones de parar a evacuar…cantos de sirena, que no quiero escuchar, ¡ahora no!

Toca tirar de cabeza, de concentración, de eso que me faltó en otras ocasiones. Y supero el momento adverso, y tan «solo» quedan 6km…apenas un calentamiento de un domingo cualquiera. Y siguen cayendo los kilómetros al mismo ritmo pero las piernas ya no son las de tiempo atrás. Cada vez cuesta más avanzar. Suerte que el recorrido es favorable tanto en desnivel como el viento a favor estos últimos kilómetros…y el público, ¡¡qué público!!! Te lleva en volandas, de la mano…cada ánimo, cada aliento vale para seguir esa estrecha línea azul. En el kilómetro 40 el pasillo humano que deja el público es increíble… todo se estrecha, los puedes notar encima, alentando, aplaudiendo…se escapa alguna lágrima… ¡pelos de punta!
Hay que apretar dientes y dar lo que queda. Estos 2 km pasan a cámara lenta, y sin embargo los más rápidos en ritmo, como debe ser. Y ahí está la senda azul y las liebres del sub 3h enfrente mía. Y ese arco de meta donde ayer nos fotografiábamos en el que no distingo apenas el reloj.
Ya está. Se ha acabado, 2:58:32. ¡Qué bonito!…y lo mejor llegar y encontrarme allí con mi compañero del alma, buscándome entre la multitud. Abrazo, lágrimas…
…misión cumplida….
…no será la última.
Lo prometo.
