Banyalbufar – Peguera. 50 km +2,100m
25 de abril de 2021
Humildemente esta etapa era una pachanga. No me malinterpretéis, es que en este grupo hay gente que nunca ha hecho un triatlón de distancia larga pero humildemente para más de diez horas ni se pone el tritraje, y otros que humildemente lo de bajar de tres horas en maratón lo ven muy sencillo sentado en el sofá mientras siguen buscando segmentos de Strava.
Por eso, porque esta etapa era una pachanga después de la anterior, varios miembros decidieron cambiar la estrategia nutricional experimentando el mismo día. Humildemente, nosotros no necesitamos experimentar antes de la prueba ni tampoco estudiar medicina para una intervención quirúrgica intracraneal. Pablo pensó que era buena idea desayunar arroz con bonito. Que es algo muy español, de toda la vida. Pedro, que en cada etapa hacía un cargamento para irse a la guerra de geles, polvos y barritas que más letras que el abecedario, decidió arrojarlo todo por el sumidero y prepararse bolitas de arroz con fruta deshidratada y chocolate 85% para ir comiendo durante la etapa. David que es un señor que come siempre muy sano excepto cuando no lo hace, se preparó un brownie sin azúcar para durante la etapa ir masticando durante 10 minutos entre bocado y bocado. Brownie que por otra parte había que rogar para catarlo. Jose Carlos no experimentó porque no llevaba nada para comer durante la etapa (Para ser justos hay que decir que llevaba una barrita, pero que seguro que estaba caducada). Eso sí es algo muy español. Santi mantuvo su pan de higo como salvoconducto para la etapa y unos donuts de naranja que esperaba tomarse con el café secreto de David. Pero cuando uno cuenta con malquedas acaba tomándose los donuts sin café. Panoramix tampoco experimentó, cocinó durante la noche de luna menguante sus brebajes mágicos y los depositó en el interior de una hornacina, construida en el ala oeste de su casa donde la temperatura se mantiene constante a 17ºC, durante tres noches y dos días.
A las 6:45 habíamos quedado en la plaza del ayuntamiento de Banyalbufar y como siempre Jose Carlos llegó muy puntual. Mientras esperaba al resto le dio tiempo a estudiar donde había que poner el móvil, y en que ángulo, para sacar la primera foto del día. El tiempo estaba algo encapotado y anuncia lluvia en la salida, pero este grupo tiene un arma secreta. El chubasquero de Santi. Tiene súper poderes y basta con que Santi lo cargue para que no llueva. Contando con esta poderosa herramienta, nos armamos de valor y poco después de las siete, y tras la foto de rigor, salimos de Banyabufar siguiendo las indicaciones del GR-221 que como no podía se de otra manera era todo para arriba.
Los experimentos unidos a las curvas del camino pronto mostraron algunos efectos en Pablo, que empezó los primeros kilómetros con mareos y malas sensaciones, mientras Jose Carlos iba pegando patadas a raíces y piedras para demostrar que estaba muy fuerte. Por delante ya iba la pareja feliz, Cristóbal y Pedro. Aunque Pedro, minutos después tuvo que sacudirse la ropa de polvo tras un revolcón. El golpe en la mano le molestaba y temía haberse hecho un esguince en la muñeca. El resto se miró y humildemente dio el diagnóstico de que todo era cuento. Como así fue.
Era un buen camino, bien balizado por el momento. La mañana era fresca, ideal para correr. Pablo iba encontrándose mejor y pronto llegamos a Estellecs. A partir de este momento, empezaba una subida que nos llevaría por un camino serpenteante hasta Coll d’es Pi. Pedro y Santi estaban muy contentos porque a partir de 2022 van a tener por fin un entrenador. Y de eso estuvieron hablando sentaditos en un banco mientras observaban el amanecer sobre Estellecs Aunque el resto del equipo los miraban reticentes haciendo porras de si sería primero el míster quien los mandaría de paseo o ellos al míster. Porque Pablo tenía muy claro que Pedro incumpliría el 80% de los entrenamientos y Santi cuestionaría el mismo 80%. David en cambio no le daba mucha importancia, porque el supuesto míster es un malqueda y ya sabemos que al final todo queda en agua de borrajas.
Santi avisó a David que había cambiado en Coll d’es Pi un poco el track, haciendo algo más de carretera porque no veía muy bien la senda que teóricamente empezaba al lado y luego se adentraba. Pero una vez arriba, vimos que el camino era generoso y dado al trote, y aunque entramos los seis juntos y no había posibilidad de escape, David y Jose Carlos algo más rezagados al poco de comenzar el camino, pensaron, váyanse ustedes a saber cómo, que habíamos vuelto a la carretera por donde marcaba el nuevo track, imaginamos que con un nuevo súper poder del chubasquero que nos hacía tele-transportarnos, sin que ellos, más atrás, se percataran. Después de comunicarse por teléfono y cerciorarse de que habían decidido ir por al carretera, quedamos en la entrada del camino marcado por el GR-221 más adelante, que daría comienzo el ascenso en sí de Mola de s’Esclop. El camino sube de manera abrupta por una pista hasta el refugio Coma d’en Vidal. La vista es preciosa, pero se están formando nubes de evolución enganchadas a la cumbre. Siendo previsibles, nos hacemos la foto donde diverge el camino, por un lado hacia Galatzò y por el otro hacia Esclop, que es donde vamos. No llegamos arriba del todo, nos quedamos a escasos metros mientras bordeamos la cima y vamos espantando cabras a nuestro paso. El camino es estrecho y encrespado pero bien marcado. Abajo tenemos toda el océano frente a nosotros, tan basto que nos perdemos en contemplarlo. Hace bastante viento y frío cuando estamos girando de norte a oeste y emprendemos el técnico descenso con la Dragonera de fondo.
Ya íbamos sobre aviso. Era una bajada muy larga, que nos llevaba de casi 1000 metros de altura hasta nivel de mar. Durante la primera parte, hasta llegar al Coll de sa Gramola (350m de altitud) el camino es inexistente. Cada tanto hay una fita que entre tanta piedra es complicado vislumbrar, el suelo que pisamos es piedra y roca, y no queda más remedio que ir caminando con cuidado, buscando el mejor lugar por donde pasar. De nuevo, otra etapa más, las piernas se llenaban de arañazos (aunque habría que esperar más adelante para que unos invitados nos metieran en otro zarzal más divertido).
Por fin llegamos al camino una vez pasada la zona más abrupta, algo deseosos de poder correr después de una bajada harto complicada, tanto que Santi olvida de chequear el track y sigue bajando perseguido por un Pedro que no quiere quedarse sin su KOM, y se pasan el cruce, claro. David, siempre más pausado y también con el track en el reloj, les pega un grito y humildemente los llama flipaos. Mientras hay que esperarlos a que suban el viejo se pregunta que es un KOM, pero Pedro bastante tiene con ver como el viejo “casi le dobla” en pasos como para tenerlo de rival en su lucha por los KOM’S.
Se nos ha ido un mundo en la bajada, mientras Christian y Alberto esperaban en el inicio del camino hacia la Trapa, donde habíamos quedado con ellos una hora antes. Nosotros salíamos por debajo del parking, y Alberto con un grito nos avisa de su presencia. Nos traen un poquito de agua y aire fresco. Esperamos que su incorporación no nos retrase. Nuestro objetivo, humildemente, es ponernos por esta fantástica pista a 3’30” min/km mientras revisamos mentalmente el mecanismo metabólico cetónico al que Jose Carlos está entrando de cabeza.
Es como digo, una buena pista que va hasta el mirador Josep Santre, siempre con la Dragonera en frente. Solo nos queda seguir el camino, y escuchar la melodía que sale en cada cruce del reloj de Christian, que nos comenta que es para no perderse. Bueno, bueno, majete… ya hablaremos más adelante. Visualmente esta parte es muy impactante, es una zona donde no hay obstáculos naturales ni árboles que impiden ver todo el paisaje, pero que al mismo tiempo, no refugia de un sol que está empezando a picar. Alberto empieza onfire, y es algo que Cristobal y Pedro no pueden tolerar. A ver si están ellos liderando la cabeza del pelotón para que venga un forastero con las piernas frescas a dar un golpe de Estado. Conforme vamos siguiendo el camino, nuestros pasos dan un último adiós a la parte norte de la isla, una parte que nos ha exigido mucho y nos ha dado tanto. Y humildemente, cuando aún nos quedan unos 25km de etapa y una más de 52km, creemos tener en la mano esta locura de reto.
Un poco antes de llegar a la Trapa, aparecen unos cuantos caminos (que a la postre todos llegarán a Roma), pero que no es lo mismo ir por el cómodo que por el que le apetece a Christian y a su reloj. De pronto nos encontramos cruzando vallados (ah, Pedro, que te veíamos de por vida enganchado a esa valla), subiendo por yo que sé que tramo, y pasando por zarzales que nos dejaron las piernas con marcas para varios días. Hasta que sí, aparecimos en el camino que Santi y David habían avisado que discurría por arriba. Somos buenos y hay que dejar a los invitados que se sientan partícipes. Pero solo una vez, ¡eh!
Hay una destrepada donde Pablo disfrutó mucho, y nos lleva por fin a un pinar donde poder resguardarse del sol. Muchos caminos pero todos llevan al mismo lugar: torre de Cala en Basset. Desde ahí hasta Sant Elm, había que seguir un bonito camino que iba por el desfiladero de la costa. En Sant Elm teníamos previsto el avituallamiento. Buscamos un lugar resguardado del sol donde sentarse y atracamos un ultramarinos que ya estaba localizado. José Carlos llegó y pidió precio por la tienda entera. A David le contentaba tener su Maxibon en la mano, pero nos defraudó algo el hecho de que solo cogiera uno. Alberto quiso otro. El viejo a lo suyo, con sus pócimas. A Santi no le dejaron pagar nada, porque aún tiene que pagar el crédito que abrió en Port de Valldemossa cuando nutrió al grupo con botellines de agua. En este caso Jose Carlos fue el que abrió el crédito. Aunque aún le quedó nómina para su hamburguesa vegana para recuperarse del desgate días después. Pero esto es otra historia y habrá kilómetros para rajar.
A los veinte minutos nos pusimos en marcha y pasamos por la calle principal. Debe ser muy visual a la par que extraño, encontrase al medio día, a ocho zumbados vestidos igual corriendo por una calle comercial mientras te llevas el vermut a los labios. Pero parte de nuestro objetivo no es otro que dar visibilidad a la asociación en los cuatro puntos cardinales de la isla, y vaya si lo estamos consiguiendo. Por cierto, hay que poner en énfasis lo bonico y joven que se ve a Christian vestido de rosa, aunque en las fotos siga perteneciendo a bandas albanokosovares.
Nos quedaba la última subida, la última montaña de la etapa y del reto. Jose Carlos estaba tocado muscularmente, así que íbamos con calma mientra emprendíamos la subida a Puig d’en Ric en S’Arracó. David también iba algo tostado, pero por el sol. Suele pasar cuando quieres salir en las fotos como un gladiador con tu camiseta de tirantes pero luego eres un mindundi que se quema por un ratito al sol. Cristóbal seguía a la suya, delante, marcando el camino. Y Pedro a su lado. Ambos sin el track, pero felices de hollar la primera huella, aunque en varias ocasiones tuvieran que desandar lo andado. Por esta parte empezó el discurso de Alberto de cuando yo tiraba en la bici… porque el pobre ahora va cojo sobre la bicicleta. Desde arriba veíamos la meta. Aún lejana, pero ya estaba a nuestro alcance. Nos quedaba bajar por el camino de Cala Egos, recorrer la urbanización y salir para puerto de Andratx. Justo saliendo de la urbanización, Jose Carlos cuyos abductores estaban en constante rebelión, pide la asistencia médica. Que varios le dijeran que estirara no molaba. Lo interesante y deseoso era que Santi le sobara las piernas. ¡Lo que se hace por merecer una cerveza fresquita! Y ahí estábamos, que humildemente tenemos todos un título de entrenadores (pero no de fútbol, aquí somos de los raros), nutricionistas y fisioterapeutas, dando cera, puliendo cera, para ver si podíamos trotar algo en los 9 km restantes.
Y pudimos. Claro que sí. Pasamos por Puerto de Andratx y siguiendo un camino asfaltado secundario nos acercábamos a Camp de Mar. Mientras el viejo y el yayo iban en cabeza hablando sobre como les había cambiado la vida la aparición de la radio, Santi buscaba la forma de colocar piedras en la mochila del viejo con el objetivo de cansarlo, al menos, un poco. Sin darnos cuenta llegamos a Camp de Mar, recorrimos la playa y emprendimos, por un buen camino de tierra el final de etapa. Pedro tenía ganas de marcha, miró a su pato y con un vamos ya estaban los dos flipados haciendo una cuesta a mecha. Esta claro que la chispa y la gasolina provocan combustión rápida.
Nos quedaba recorrer todo el bulevar de Peguera, bastante apagado si lo comparamos con Sant Elm o Puerto de Andratx. Todos juntos íbamos recortando los escasos dos kilómetros que nos quedaban. Pablo empezó un sprint, pero se equivocó estrepitosamente de llegada, lo que provocó la algarabía final.
En la playa, nos esperaban Cecilia, Meke y Antonia. Nos esperaban las cervezas fresquitas y el jengibre del viejo. En la playa nos esperaba un baño para quitase el sudor, las sonrisas anchas y la certeza de que ha merecido la pena. Nos esperaba la gorra Fresco de un torrado Jose Carlos que demostró que la cabeza también se entrena; el pamboli, las anécdotas, las quemaduras solares y los gracias no verbalizados. Los gracias por poder formar parte de esta gran aventura en la que una vez más constatamos que juntos somos más fuertes y humildemente, no hay mejor grupo posible.