Mallorca 360º Run – ETAPA 4

Colonia de Sant Pere – Monasterio de Lluc. 55km

14 de marzo de 2021

Tras más de una hora de coche y varios donuts,  salíamos sobre las 7:30 de una fría y despejada mañana de marzo. Desde el puerto deportivo de Colonia de Sant Pere, teníamos el privilegio de poder ver toda la etapa que poco a poco iríamos realizando. Bordeando el Mediterráneo, se dibujaba la silueta de de las dos bahías perfectamente. Y ya en el interior, imponente como la primera montaña de altitud más elevada de la Tramuntana, el Puig Tomir, que aguarda en sus faldas la ansiada meta. Impone pues, que nada más salir, viéramos con claridad los 55km que nos esperaban, como un recordatorio de que para que las cosas salieran bien, hay que tomárselo con calma.

La etapa, una de la más asequibles, era prácticamente llana hasta el kilómetro 45, donde comenzaba la subida al Tomir, y se corría el riesgo de llegar a la ascensión, con muchos kilómetros en las piernas y desfondados si no íbamos controlando el ritmo. Y para vigilar el ritmo, estaba Pablo siempre dispuesto a agarrar al descarriado que en algún momento aceleraba inconscientemente.

No bien arrancamos la salida, por los caminos de tierra de Colonia, ya se empezaron a escuchar conversaciones sobre si lo mejor para comer era la vaca, la zanahoria o el corcho. Sobre si los maxibones se aceptaban como comida necesaria para acabar una etapa o si el jengibre y la bebida secreta del abuelo son los culpables de su fortaleza.

Por trozo de terreno que une Colonia con Son Serra vamos por los caminos de GR cercanos o metidos en la playa. Pero como la experiencia es un grado, a nadie se le ocurrió esta vez, descalzarse. Playas sin un alma, de agua límpida y hasta el momento serena, que vamos dejando atrás con cada zancada que damos.

Los primeros kilómetros van pasando rápido, sin dejar de hablar sobre las cosas importantes de la vida: las puñaladas en Strava, los ciclos vitales de Pedro, las rajadas de Santi, las batallas de Pablo, el brocoli de David, y las tiradas de 15km para estirar las piernas de Cristóbal. Casi pestañeado llegamos a Can Picafort (km.13), y mientras seguimos por el paseo que bordea la costa sentimos que solo las olas, rompen el silencio de un lugar acostumbrado al bullicio del turismo. Las olas, y las conversaciones sobre heura, césped y cous-cous. No hay manera de dejar de hablar de comida.

Poco antes de  s’Albufera, nos tocaba enfrentarse al tramo de 17 km de asfalto. Y como suele ser habitual en la zona, en el momento en que arrancó más la mañana, empezó a soplar el viento. Fue un viento constante y frío, que nos estuvo dando prácticamente todo el rato de cara. Al llegar a Puerto de Alcudia, nos metimos en el carril azul de bici que hay en la playa y que nos llevaría hasta el final de Puerto de Alcudia. En este pequeño trozo, el viento que daba en segunda línea desapareció y pudimos disfrutar un poco más de este inmenso arenal solo para nosotros. Y en frente, a lo lejos, Colonia de Sant Pere (nuestra salida) y escoltando a su espalda, sa Tudossa, la sierra desde donde la etapa anterior (tres semanas atrás), nos tiramos a ciegas buscando la salvación.

Siguiendo la carretera llegamos a Alcudia (km. 26), no sin antes, dar un pequeño rodeo saliendo de las calles de Puerto de Alcudia. En este momento, camino a Puerto Pollença, fue tal vez, el momento donde las sensaciones eran peores, el viento soplaba mucho en esta zona, y aunque las vistas son muy bonitas con toda la bahía a la derecha, el trayecto (por el carril bici), no es tan llevadero como cuando uno va montado en su bicicleta. Fueron seis kilómetros muy pesados, y David, ya iba perdiendo la paciencia por merendar su Maxibon.

En el km 34, llegamos al punto de avituallamiento en la carretera a Pollença. A veces ocurren cosas malas y otras veces las peores. Pues bien, ocurrió la peor de todas: no había Maxibon. Así que ni corto ni perezoso decidió el señor comosano zamparse dos helados. Uno en cada mano. Y porque no tiene tres… espera… espera… no, ¡no las necesita! Cuando una mano quedó libre fue a por el tercero. Pedro que ve un KOM de Strava y le falta tiempo para quererlo, pues fue a por otro helado. Y ahí estaba Cristóbal, mirando con suficiencia al resto de los mortales mientras se tomaba su preparado mágico lleno de productos raros y que le bastaba para caminar más que el resto juntos. Y Pablo, que bastante tenía con su experiencia en la etapa anterior con la barriga, que iba comiendo su pan de higo y disfrutando del camino. Mientras Santi se tomaba su arroz con pollo mientras David decía que eso del pollo era veneno (sí, lo decía con dos helados en la mano…) y Cristóbal le decía que normal que comiendo así de mal (repito, arroz con pollo) no pudiera comer la piel de la manzana. Por eso y porque su madre de pequeño seguro que le pelaba las manzanas. 

Pero en el fondo todos nos queremos. Muy en el fondo, vaya.

El tiempo ya no es tan agradable, está nublado y el viento no cesa. A partir de entonces lo único que había que hacer era seguir el GR-221 que iba paralelo a la carretera de Pollença por un camino de tierra siempre picando para arriba pero muy corredero. Sobre el km 38 llegamos a Pollença, nos hacemos un par de fotos en el pont romà, y tranquilos y con buena letra, vamos por el GR, que por momentos atraviesa zonas preciosas con bosques de hayedos franqueados por el cauce del torrente.

Sobre el km 45 empieza la ascensión a Tomir. Nos la tomamos con calma, ya son muchos kilómetros en las piernas y aunque el camino es bueno, la pendiente es pronunciada. Hace más frío conforme vamos subiendo. Nos da tiempo a seguir hablando de comida (esta gente parece que ha pasado una guerra), y de disfrutar de las vistas y paisajes mientras ascendemos y dejamos a un lado Mortix. Poco antes de llegar a las casas de Binifaldó (de donde sale el sendero para ascender el Tomir), el camino, ya convertido en pista forestal, deja de ascender. Nos quedan unos cuatro kilómetros y los últimos tres son prácticamente en bajada. Ya estamos saboreando la llegada (algunos la cerveza). David, que va a esguince por etapa, baja poco a poco por un camino bastante irregular y con mucha piedra suelta. Es sin duda la llegada más espectacular de todo el reto. Pasamos el arco de la muralla, y ya en la plaza del monasterio rodeados de personas ajenas, dejamos las espadas y puñales a un lado; y sentimos que solamente todos juntos, hacemos viable esta bendita locura.

Lo de la cerveza de tirador igual lo contamos en otro momento. Es que a veces ocurren cosas malas y otras veces las peores.


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